Entradas

Mostrando entradas de 2010

De la Suite Vitoria, pasando por la Adelita y El Sinaloense a Duke Ellington

Qué manera de entregarse. De pronto el Auditorio Nacional fue el océano; ellos y nosotros, la marea. Ellos: la Jazz at Lincoln Center Orchestra, con el trompetista Wynton Marsalis al frente; el cubano Paquito D’Rivera, el Cuarteto Flamenco del pianista Chano Domínguez —entre quienes se cuenta a Daniel Navarro en el baile flamenco—, el baterista mexicano Antonio Sánchez, el arpista Edmar Castañeda, el bajista peruano Óscar Stafnaro, el trompetista argentino Diego Urcola, y el magistral bailarían de tap Pared Grimes, venían a bañar nuestras playas con sus sincopas sanadoras, y nosotros regresábamos esa marea en aplausos prolongados, y en ese vaivén uno podía decir que bien había valido toda la penuria de vivir. El Concierto fue un encuentro constante entre tradiciones musicales, una especie de hermandad sincopada: jazz, flamenco, y de México lo inimaginable: un jazzeado corrido de la revolución: y si Adelita se fuera con otro…, cantado por la voz del sax d

Revelación 2

Hoy lo sé, mi abuelo era un árbol.

El güaje

Era, sí, un árbol de tronco grueso por el que solía subir con la agilidad que ya no poseo y su raíz brotaba de la tierra ansiosa por emprender algún vuelo Era su fronda una fresca y deseada sombra en los calurosos días del verano en que las horas lentas alcanzaban para saltar la reata y jugar a los encantados Eran sus vainas guindas pendientes largos que adornaban el viento con suaves sonidos y sus frutos, cuentas olorosas, de redondo verde misterio Historia de un furtivo encuentro, escondite recurrente, amenaza de un castigo, orgullo del abuelo Ramas que descansaban en el techo y retaban al limonero en medio del patio convertido en batalla campal, donde sus brazos blandían filosas hojas Árbol para abrazar, y columpiar pensamientos de niños solos herencia sin par que derribó la soberbia hacha en un día de vorágine necesidad Imagen pertinaz e insistente como el recuerdo de los abuelos en un día frío ya sin ellos.

Estelar

Y la revelación cayó como los aguaceros sobre el pavimento y las indefensas hojas verdes: morí por ti morí de ti desanduve los pasos para ser polvo celeste para volver al origen y ser historia, y ser sin ti No ser más la que fui contigo sino ser sola expansiva, inasible Ser silencio pero luz Ser polvo pero verdad No ser más cuerpo ser esencia ser muerte y más allá ser sin tí ser para mí.

Claridad

Y la revelación cayó como los aguaceros sobre el pavimento y las indefensas hojas verdes morí por ti morí en ti entonces desanduve los pasos para volver a nacer

Empequeñecer

Porque las lunas menguaban cada mes, y su piel se endurecía y la opacidad de sus ojos semejaba la noche, por eso dejó de querer, de querer jugar, de querer bailar, de querer hablar, y se hizo un silencio delgado, un cuerpo de silencio, con cabellos largos de silencio y dedos artríticos de silencio. Y no volví a escuchar mi nombre escoltado por sus labios, contorno de tibia humedad en los que mis palabras nadaron en los días de fortuna. Entonces yo empequeñecí, como los hombres viejos, como los ríos secos, como los árboles sin sol.

Ocaso

Al amparo de tu tronco fuerte como ningún hombre, haré un columpio para arrullarme en la tarde cálida y seguir al sol mientras se esconde

Agonía

Tu respiración flemática y el goteo del suero abarcan toda la habitación. Te desconozco. Ignoro de quien es el cuerpo que ahora encierra un alma que ha extraviado la palabra, ignoro de quién es el esqueleto forrado por un cuero añoso que al más ajeno entristece. En este momento la oración es una plegaria muda. ¿Dónde estás? Tú no eres la que me enseñaba a nadar en La Roqueta, no eres quien bebía cerveza una tarde en el Pie de la Cuesta mientras el sol horadaba con su parsimonia cálida al mar. No eres quien, pese a la Reforma, me hizo la falda tableada para recitar las loas a Juárez. Tú, la que agoniza en esta cama de hospital, eres unos huesos enfermos, una respiración cada vez más delgada, un bulto pesado al que tenemos que dar vuelta. Vigilo tu respiración en esta madrugada fatídica. (En realidad, vigilo tu muerte y la inutilidad de doctores y enfermeras). Te empeñas en mantener los ojos abiertos sospechas que no volverás abrirlos Eres un monumento al desi

Grito

De costilla a costilla, el silencio retumba como un eco triste aislado en medio de un paisaje dolorosamente apacible, ajeno a la ausencia de verdes prados Hay que dar la espalda al sol que ciega y provoca el tumbo de los tambores que tocan tórridos lamentos sobre taciturnas tumbas Hay que columpiarse en la luna confiado en que el rítmico vaivén derive en melodiosa armonía cuyos filosos agudos rasguen de forma definitiva la sordina del manto afónico Que este velo de silencio vergonzoso se deslice que este penoso esperar al fin se impaciente Hágase la voz que lo mismo loe que maldiga y que diga tanta verdad que comience a ser mentira Nunca más cubra la palabra creada para horadar lo más impuro y primitivo del silencio: el miedo Así sea

Día XXX

Equivocarse

Ya no quiero nada Nada Ni las flores Ni las palabras Quiero Sí Sí quiero Dormir Dormir Dormir Cerrar la luz Y dormir Porque nada importa Nada Qué importa Ni el lago acechante Ni la garza pura Roto el jarrón, dónde contenerse Perdido el norte Hacia dónde encaminarse Sin frutos El árbol es inocuo Sin miedo el valor se malogra la hazaña es desmérito la victoria un cuento Mejor dormir Mejor morir

De izquierdas

Arrastraba el pie izquierdo con la parsimonia de los caracoles. Se decía por lo bajo que había sido miembro activo de la Liga. Lo del pie corto era un viejo recuerdo de uno de tantos asaltos. Juana y yo le obsequiamos un par de zapatos formado por dos tallas, uno seis, para el derecho, y el otro cuatro. Cuando le dimos el par dispar quiso contarnos la historia. Su mujer lo dejó y de puro coraje le dio una patada a uno de los rieles de la vieja vía, por la que ya no pasan trenes pero por la que entonces pasaban, pero tampoco fue el tren el responsable, sólo el coraje. También nos quiso mostrar el pie izquierdo. No tiene dedos.

Lo amo

— No se muevan. Toda la lana... ¡Órale! — Aí’ stá — Los celulares, los relojes, los anillos... — Ya 'stuvo, ya 'stuvo… — Jálense no volteen, ¡rápido! … — José, en la bolsa iba el disco de Sabina — Jijos de la chingada, ¡qué poca madre!

Día 20 del 2

Siempre me sorprenderá su sabiduría. Rosa me explicó que los pollitos siguen a las güajolotas y no a las gallinas porque fueron aquéllas las que los empollaron y no éstas. Hay algunas gallinas que aunque culecas abandonan los huevos que acaban de poner, entonces Rosa los toma y los pone en el nido de la güajolota y ésta se echa sin ningún problema. Claro que para que la operación sea exitosa el cambio de huevo de nido a nido debe realizarse en un plazo de ocho días una vez que la gallina ha puesto el huevo, si no, ni dios padre podrá hacer nada. Lo más maravilloso es que una vez descascarados, los pollitos adoptan a la güajolota como madre y la siguen para donde quiera que vaya. Y ésta hace lo propio con los pollitos. Así es como, sin ningún trauma, una güajolota tiene por hijos a pollitos y no a güajolotitos, mejor llamados en esta región de Michoacán, cunes. Rosa prometió que si regreso pronto matará a una de esas desalmadas gallinas

Día 21 del 2

Sacaron las borregas por la parte trasera del corral. Derribaron los adobes, luego ataron los hocicos de cada una con tela adhesiva, y las condujeron por unos doscientos metros, hasta la camioneta que se las llevó vaya a saber dios dónde. Mi tía Domitila no deja de llorar por la pérdida de los animalitos. ¡Pobres! Recién trasquilados, buenos para barbacoa pero más buenos para matar el tiempo de cada día pastoreándolos. Cuenta todo hasta tres veces, mientras parte una lima gigante, que para mi información, explica que se llama sidra, y que tiene un sabor parecido a la lima. Ahí en su mundo, la cuidan una bugambillia, dos árboles de aguacate, muchos de lima y sidra, gallinas negras y copetonas, un río humilde y una peña que se alza vanidosa en medio de nopales y numerosos huisaches. Mientras vuelve a contar la historia del asalto de borregas, las gallinas cacarean, y Elena y yo aprovechamos para buscar los huevos que han puesto, y ganarle al capulín, el perro de

Eros

Durante todo el año espero la Noche Buena tú te sientas en un extremo de la larga mesa yo en el opuesto Se interponen platillos exquisitos, candeleros, copas y una inoperante vajilla Pese al camino de obstáculos ya las miradas descansan una sobre otra Pido la sal, y ya me has quitado el abrigo Solicito el pan y tu mano baja sigilosa mi vestido Bebes sin que tus ojos se aparten de mi boca El barullo no interrumpe el silencio con el que gritas ¡eres mía, soy tuyo! Y mientras partes la carne, beso tu cuello y al tiempo que comemos, ambos lo sabemos ya nos pertenecemos Ruego porque tu mano tibia no se aparte de mi cintura porque sigas bebiendo largos tragos de mi pezón urgente de tu boca porque pueda con el rabillo del ojo seguir acariciando tu sexo hirviente, ansioso, suplicante como un desierto ante la insensata belleza de una nube lisonjera Desinhibidos por efecto de la fantasía qué es tu cuerpo pegado al mío, sino manifestación divina cosmos de lunares, símbolos de celeste

Tríptico independentista / © Anasella Acosta

Imagen

Día 26 del 1

Estaba dando buen resultado hablar con las cucarachas, pero justo cuando creía que me había librado de ellas, aparecieron dos. Juro que les hablé sobre la armonía de los mundos y de Dios, aunque debo reconocer que olvidé la frase metafísica tal cual debía pronunciarse, irremediablemente las maté. Pero no las aplasté, sólo un poco de veneno. He pensado que el olor a leche hirviendo las convoca. También he notado que dentro de su evolución hay algunas que ya cuentan con alas. Qué envidia. Claro, sólo por las alas. Porque qué ganas de tener alas, de volar, de despegar estos mundanos pies de la Tierra. Mientras no, he de seguir preocupándome por vulgaridades; caí en cuenta que he sido una condómina desobligada, y no por culpa, sino por consciencia, decidí ponerme al corriente en los pagos para el mantenimiento. Lo cierto es que de noventa inquilinos sólo pagamos veinticinco. El vecino de arriba no termina de arreglar la filtración de agua en el área de la regadera. Anoche hizo

Brazos de pulque / © Anasella Acosta

Imagen

Día 25 del 1

Descubro mis primeras canas. Un travesti, acicalado como señora de fonda, me sirve amorosamente un entomatado con arroz y me prepara agua de sandía, aunque la sandía no es mi fruta preferida me sabe a gloria. Son las ocho de la noche y apenas voy a comer. Camino sobre Tlalpan rumbo a casa de Y. Los travestidos trabajan duro, son espectáculo para mis ojos, con sus implantes de nalgas y bustos imposibles, sus vestiditos de mayas que dejan ver sus tangas y sus formas grotescamente curvas. Son escandalosos, bromean con un motociclista y un camotero, pero cuando yo paso no dicen nada, respetan, si los respetan claro está, porque como dijo don Benito “El respeto al derecho ajeno ... y todo lo demás”. Un oficial, con una prestancia inusual me ayuda a encontrar el número del edificio. Se lleva la mano al revólver que pende de la cintura y por si me quedara alguna duda confirma: “Si necesita algo aquí voy a estar”. Se encamina a su esquina. Es tan extraño que hoy sea lunes.

Día 24 del 1

Caminata por el Centro Histórico. Encuentro con un rótulo sobre la pared “Pulques finos de Ometusco”, a su costado izquierdo, un diablo rojo que anuncia una pastilla milagrosa contra los resfriados, el catarro, dolor de garganta y cabeza, influenza, etc. Un puente que no tiene razón de ser pero que embellece el momento. Un sol piadoso consuela. Interés ante la obra del italiano Pedro Friedeberg, en Bellas Artes. Lo entiendo, soy un anaberinto. El arte exige honestidad no se puede ser quién no sé es. Impostar una visión del mundo es autoboicotearse. Entro al museo de Geología. Yeso, cuarzo, alas, calcita, pirita y otras muchas más itas cuyos nombres quiero regresar a aprender, piedras divinas, de eso no hay duda. Y la evolución del mamut. Remato con un helado de mamey en la maltrecha y abandonada alameda del Kiosco Morisco. Ojalá algún día podamos recuperarla.