Día 26 del 1

Estaba dando buen resultado hablar con las cucarachas, pero justo cuando creía que me había librado de ellas, aparecieron dos. Juro que les hablé sobre la armonía de los mundos y de Dios, aunque debo reconocer que olvidé la frase metafísica tal cual debía pronunciarse, irremediablemente las maté. Pero no las aplasté, sólo un poco de veneno. He pensado que el olor a leche hirviendo las convoca. También he notado que dentro de su evolución hay algunas que ya cuentan con alas. Qué envidia. Claro, sólo por las alas. Porque qué ganas de tener alas, de volar, de despegar estos mundanos pies de la Tierra. Mientras no, he de seguir preocupándome por vulgaridades; caí en cuenta que he sido una condómina desobligada, y no por culpa, sino por consciencia, decidí ponerme al corriente en los pagos para el mantenimiento. Lo cierto es que de noventa inquilinos sólo pagamos veinticinco. El vecino de arriba no termina de arreglar la filtración de agua en el área de la regadera. Anoche hizo mucho frío. La tos no se me quita.

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