El güaje

Era, sí, un árbol de tronco grueso
por el que solía subir
con la agilidad que ya no poseo
y su raíz brotaba de la tierra
ansiosa por emprender algún vuelo

Era su fronda una fresca y
deseada sombra en los calurosos
días del verano en que las horas
lentas alcanzaban para saltar
la reata y jugar a los encantados

Eran sus vainas guindas
pendientes largos que adornaban
el viento con suaves sonidos y
sus frutos, cuentas olorosas,
de redondo verde misterio

Historia de un furtivo
encuentro,
escondite recurrente,
amenaza de un castigo,
orgullo del abuelo

Ramas que descansaban en el techo
y retaban al limonero
en medio del patio
convertido en batalla campal,
donde sus brazos blandían filosas hojas

Árbol para abrazar,
y columpiar pensamientos
de niños solos
herencia sin par
que derribó la soberbia hacha
en un día de vorágine necesidad

Imagen pertinaz e insistente
como el recuerdo de los abuelos
en un día frío
ya sin ellos.

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