Día 21 del 2

Sacaron las borregas por la parte trasera del corral. Derribaron los adobes, luego ataron los hocicos de cada una con tela adhesiva, y las condujeron por unos doscientos metros, hasta la camioneta que se las llevó vaya a saber dios dónde. Mi tía Domitila no deja de llorar por la pérdida de los animalitos. ¡Pobres! Recién trasquilados, buenos para barbacoa pero más buenos para matar el tiempo de cada día pastoreándolos. Cuenta todo hasta tres veces, mientras parte una lima gigante, que para mi información, explica que se llama sidra, y que tiene un sabor parecido a la lima. Ahí en su mundo, la cuidan una bugambillia, dos árboles de aguacate, muchos de lima y sidra, gallinas negras y copetonas, un río humilde y una peña que se alza vanidosa en medio de nopales y numerosos huisaches. Mientras vuelve a contar la historia del asalto de borregas, las gallinas cacarean, y Elena y yo aprovechamos para buscar los huevos que han puesto, y ganarle al capulín, el perro de mi tía comedor de blanquillos. Las garzas cruzan el cielo de azul intenso, inabarcable de una sola mirada. La voz que narra el desconsuelo se impone sobre el mío, cabeceo bajo el cobijo del sol y sueño.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adiós a la cantina El Nivel y la pulquería Las Duelistas

Embriaguez marina

La isla