Grito
De costilla a costilla, el silencio
retumba como un eco
triste
aislado en medio de un paisaje
dolorosamente
apacible, ajeno
a la ausencia de verdes prados
Hay que dar la espalda al sol
que ciega y provoca el
tumbo de los tambores que tocan
tórridos lamentos
sobre taciturnas tumbas
Hay que columpiarse en la luna
confiado en que el rítmico vaivén
derive en melodiosa armonía
cuyos filosos agudos rasguen
de forma definitiva la sordina
del manto afónico
Que este velo
de silencio vergonzoso
se deslice
que este penoso esperar
al fin se impaciente
Hágase la voz
que lo mismo loe que maldiga
y que diga tanta verdad
que comience a ser mentira
Nunca más cubra la palabra
creada para horadar
lo más impuro y primitivo
del silencio: el miedo
Así sea
retumba como un eco
triste
aislado en medio de un paisaje
dolorosamente
apacible, ajeno
a la ausencia de verdes prados
Hay que dar la espalda al sol
que ciega y provoca el
tumbo de los tambores que tocan
tórridos lamentos
sobre taciturnas tumbas
Hay que columpiarse en la luna
confiado en que el rítmico vaivén
derive en melodiosa armonía
cuyos filosos agudos rasguen
de forma definitiva la sordina
del manto afónico
Que este velo
de silencio vergonzoso
se deslice
que este penoso esperar
al fin se impaciente
Hágase la voz
que lo mismo loe que maldiga
y que diga tanta verdad
que comience a ser mentira
Nunca más cubra la palabra
creada para horadar
lo más impuro y primitivo
del silencio: el miedo
Así sea
Comentarios
Sólo en sueños,
sólo en el otro mundo del sueño te consigo,
a ciertas horas, cuando cierro puertas
detrás de mí.
¡Con qué desprecio he visto a los que sueñan,
y ahora estoy preso en su sortilegio,
atrapado en su red!
¡Con qué morboso deleite te introduzco
en la casa abandonada, y te amo mil veces
de la misma manera distinta!
Esos sitios que tú y yo conocemos
nos esperan todas las noches
como una vieja cama
y hay cosas en lo oscuro que nos sonríen.
Me gusta decirte lo de siempre
y mis manos adoran tu pelo
y te estrecho, poco a poco, hasta mi sangre.
Pequeña y dulce, te abrazas a mi abrazo,
y con mi mano en tu boca, te busco y te busco.
A veces lo recuerdo. A veces
sólo el cuerpo cansado me lo dice.
Al duro amanecer estás desvaneciéndote
y entre mis brazos sólo queda tu sombra.
SABINES