Día 25 del 1

Descubro mis primeras canas. Un travesti, acicalado como señora de fonda, me sirve amorosamente un entomatado con arroz y me prepara agua de sandía, aunque la sandía no es mi fruta preferida me sabe a gloria. Son las ocho de la noche y apenas voy a comer. Camino sobre Tlalpan rumbo a casa de Y. Los travestidos trabajan duro, son espectáculo para mis ojos, con sus implantes de nalgas y bustos imposibles, sus vestiditos de mayas que dejan ver sus tangas y sus formas grotescamente curvas. Son escandalosos, bromean con un motociclista y un camotero, pero cuando yo paso no dicen nada, respetan, si los respetan claro está, porque como dijo don Benito “El respeto al derecho ajeno ... y todo lo demás”. Un oficial, con una prestancia inusual me ayuda a encontrar el número del edificio. Se lleva la mano al revólver que pende de la cintura y por si me quedara alguna duda confirma: “Si necesita algo aquí voy a estar”. Se encamina a su esquina. Es tan extraño que hoy sea lunes.

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