Y no es migala

Sé que está aquí. Lo sé porque he visto cómo se mueven sus tentáculos en la sombra, saliendo debajo de la cama. Lo adivino a mis espaldas, amenazante, con mil rostros pero ninguno visible. A penas giro la cabeza, se esconde. Pero lo veo, alcanzó a mirar el halo de su presencia con el rabillo del ojo. Si me duermo llega. Me cubre. Succiona de mis ojos las lágrimas, de mi boca la saliva, de mi sexo los fluidos. Me deja seca como hoja de otoño, que luego, alguien, el inesperado, pisa. Ya no apago la luz. Vigilo. No tengo sueño, sino visiones. Siento como gira el mundo. Mi cama se mueve como si fuera el mundo, y no me puedo bajar. Y si me quedo dormido sus tentáculos se tornan alas, y aletea sobre mi rostro, entonces la noche es más oscura. Ahora mismo me vigila como yo a él, como Dios a mí, como Lucifer a Dios, como Dios a su ombligo. Estoy despierta. Está aquí.

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