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Mostrando entradas de enero, 2010

Tríptico independentista / © Anasella Acosta

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Día 26 del 1

Estaba dando buen resultado hablar con las cucarachas, pero justo cuando creía que me había librado de ellas, aparecieron dos. Juro que les hablé sobre la armonía de los mundos y de Dios, aunque debo reconocer que olvidé la frase metafísica tal cual debía pronunciarse, irremediablemente las maté. Pero no las aplasté, sólo un poco de veneno. He pensado que el olor a leche hirviendo las convoca. También he notado que dentro de su evolución hay algunas que ya cuentan con alas. Qué envidia. Claro, sólo por las alas. Porque qué ganas de tener alas, de volar, de despegar estos mundanos pies de la Tierra. Mientras no, he de seguir preocupándome por vulgaridades; caí en cuenta que he sido una condómina desobligada, y no por culpa, sino por consciencia, decidí ponerme al corriente en los pagos para el mantenimiento. Lo cierto es que de noventa inquilinos sólo pagamos veinticinco. El vecino de arriba no termina de arreglar la filtración de agua en el área de la regadera. Anoche hizo

Brazos de pulque / © Anasella Acosta

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Día 25 del 1

Descubro mis primeras canas. Un travesti, acicalado como señora de fonda, me sirve amorosamente un entomatado con arroz y me prepara agua de sandía, aunque la sandía no es mi fruta preferida me sabe a gloria. Son las ocho de la noche y apenas voy a comer. Camino sobre Tlalpan rumbo a casa de Y. Los travestidos trabajan duro, son espectáculo para mis ojos, con sus implantes de nalgas y bustos imposibles, sus vestiditos de mayas que dejan ver sus tangas y sus formas grotescamente curvas. Son escandalosos, bromean con un motociclista y un camotero, pero cuando yo paso no dicen nada, respetan, si los respetan claro está, porque como dijo don Benito “El respeto al derecho ajeno ... y todo lo demás”. Un oficial, con una prestancia inusual me ayuda a encontrar el número del edificio. Se lleva la mano al revólver que pende de la cintura y por si me quedara alguna duda confirma: “Si necesita algo aquí voy a estar”. Se encamina a su esquina. Es tan extraño que hoy sea lunes.

Día 24 del 1

Caminata por el Centro Histórico. Encuentro con un rótulo sobre la pared “Pulques finos de Ometusco”, a su costado izquierdo, un diablo rojo que anuncia una pastilla milagrosa contra los resfriados, el catarro, dolor de garganta y cabeza, influenza, etc. Un puente que no tiene razón de ser pero que embellece el momento. Un sol piadoso consuela. Interés ante la obra del italiano Pedro Friedeberg, en Bellas Artes. Lo entiendo, soy un anaberinto. El arte exige honestidad no se puede ser quién no sé es. Impostar una visión del mundo es autoboicotearse. Entro al museo de Geología. Yeso, cuarzo, alas, calcita, pirita y otras muchas más itas cuyos nombres quiero regresar a aprender, piedras divinas, de eso no hay duda. Y la evolución del mamut. Remato con un helado de mamey en la maltrecha y abandonada alameda del Kiosco Morisco. Ojalá algún día podamos recuperarla.