Rubrica final

Y despegó la pluma del papel... Ahora todas las horas del día le pertenecían, se acumulaban una detrás de otra sin cansancio. Tictactictactictac... Si tan sólo tuviera un poco de ganas... Podría inventarse como mejor le pareciera. Podría ser un perezoso, entregarse al sueño, dormir, y después dormir, y volver a dormir, y entonces vivir decenas de películas en sus sueños. Quizá luego le vendría la voluntad de escribirlas, quizá luego alguien las leería y se interesaría en regalar la historia a algún productor. Y un día miércoles, porque ahora tendría tiempo para ir al cine, a la matiné, vería proyectado su sueño, gigantesco, más allá de sí mismo, de su silencio y su anodino tiempo. Quizá entonces habría valido la pena tanta desazón acumulada en la firma de su jubilación.

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