Condena

Arrojadas al bosque de las iras
se retuercen almas
acuchilladas por odios,
ramajes que son muñones
de secos troncos

Desiertos árboles de
verdes fúlgidos
propinan

grises reflejos

Una cascada de ciénagas
surca prontos esqueletos
nauseabunda arteria
sosteniendo el aliento

Con saña, tentáculos

arrebatan
sumisas esposas
aferradas a ramos
de pútridas rosas

Sólo rara vez
una voz
contraria el lamento culposo:

la que precede el vértigo,

la del fúnebre silencio

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