Viento

De la punta de tus dedos
se despeñaban las caricias
con las que arrullabas el sueño
de las mujeres solas
en la tardes de abril

Y era tan fino el tejido que hilaba
su existencia

que al partir, iban cobijadas
por mantos finísimos
bordados con hilo-tacto

Las jacarandas tendían
alfombras violetas a su paso
sobre las que caían evocaciones
insistentes del escultor
tallando hombros, largos muslos,
pies grandes

Te sabías autor de su goce,
vestías el orgullo de manta
blanquísima, para despistar
al contrincante
Discreto, aguardabas la
tarde siguiente en que desnudas
amorfas y tristes
suplicaran un roce.

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