Pueblo viejo
© Anasella Acosta. Todos los derechos reservados
Eran de fresno
las risas a los siete años
Y de hierba mojada
las rodadillas
en la cima del
monte
De añil, las pupilas
que miraban sin culpa.
Las nubes, decía
la abuela chía,
Son pensamientos
“¿Buenos o malos tita?”
Depende si blancas o plomizas.
Si plomizas, persígnate
como al mediodía
en que el diablo
se viste de humano
Yo escojo un pensamiento
blanco
Ese, ese,
no, mejor aquel que tiene forma
de tren con su camino
de humo como el que deja
el pitillo del abuelo Efrén
“Gente pacifica”, contaba él
que era el grito cuando los cristeros
amanecían como péndulos
tristes de guamuchiles floreados
¡Al trapiche, al trapiche,
vamos a jugar!
Escóndete de Manuel
que te va encontrar
y de Maravillas púrpura
te hará un collar,
pero ¡qué vergüenza!
si las amigas comienzan
a murmurar
Hay aguas de termal,
bébelas,
curan paralíticos
y venas saltonas como
las de la tía Francisca
que asesina tiempo
con hilares y oraciones
por no pecar
En la Iglesia del párroco Manzano
las mujeres rezan
plegarias circulares como los
rosarios
Que le peguen a Cristo
y que las vírgenes lloren,
todas las mujeres lloran,
esperan y lloran
guardan silencio y lloran
desprecian y lloran
aman y lloran
quieren matar y lloran
Yo no quiero llorar
y soy mujer
Yo no quiero rezar
en infinitos
círculos
Yo no quiero
sobre mi cabecera un
Cristo sangrante
Yo no quiero tejer
un sarape
de inútiles
esperas
Yo quiero un rebozo
con una sonrisa
colorada
y una falda de
libertad ampona
que en cada
doblez guarde un
secreto
para pasarla
bien mientras
la tierra
no me llame a descansar
Comentarios
yo también quiero una falda ampona.
que bonito escribes.