Agonía
Tu respiración flemática y el goteo del suero abarcan toda la habitación. Te desconozco. Ignoro de quien es el cuerpo que ahora encierra un alma que ha extraviado la palabra, ignoro de quién es el esqueleto forrado por un cuero añoso que al más ajeno entristece. En este momento la oración es una plegaria muda. ¿Dónde estás? Tú no eres la que me enseñaba a nadar en La Roqueta, no eres quien bebía cerveza una tarde en el Pie de la Cuesta mientras el sol horadaba con su parsimonia cálida al mar. No eres quien, pese a la Reforma, me hizo la falda tableada para recitar las loas a Juárez. Tú, la que agoniza en esta cama de hospital, eres unos huesos enfermos, una respiración cada vez más delgada, un bulto pesado al que tenemos que dar vuelta. Vigilo tu respiración en esta madrugada fatídica. (En realidad, vigilo tu muerte y la inutilidad de doctores y enfermeras). Te empeñas en mantener los ojos abiertos sospechas que no volverás abrirlos Eres un monumento al desi...