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Mostrando entradas de abril, 2011

Otra noche

Caminan cucarachas sobre mí Devoran mis pies Y Dios guarda silencio Y San Jorge también ¿Quién tiene mi alma? ¿Quién? Gracias a dios se murió mi hijo Gracias a él Hoy construyo mi casa con lágrimas Donde habita el desamor Mi cuerpo tiembla No tengo voz No tengo alma ¿Quién soy yo? Gracias a dios Me extingo Cuánto frío Abuela, ven con tu rebozo de punta y tu escapulario Hija de María Dame la mano Te prometo no hacer ruido.

Punzante

Tengo comezón en el corazón Rascádmelo y horadar mi vida que de cualquier modo yace entre estas paredes de llanto y esta pesada cama de angustias que duerme, descarada, sobre mí.

Hielo

¿Cómo ser más que esta emoción salvaje, instintiva, descarriada? ¿Cómo dejar de esperar? ¿Cómo hacer que ya no duela este no ser prioridad ni urgencia ni deseo ni necesidad ni anhelo ni obsesión ni aspiración ni delirio ni locura ni rabia ni flor ni quemadura ni ansia ni desvelo ni ruego ni llaga ni adoración ni poema ni sol ni una estrella no ser sencillamente y sin embargo arder arder arder?

Cuando no estás

Es mi urgencia de ti la que no me deja terminar de adorarte la que crece como enredadera y trepa por tus muslos silente pero escandalosamente asida a tu epidermis Es esta necedad que me obliga a reinventarte en la ausencia en tu olor entre las sábanas solas en el espejo, en un vaso, en una camisa sucia o en el eco de tu voz que sólo yo distingo en el arrullo de la noche Es esta mi necesidad de decir tu nombre de no cansarme de llamarte de pasar noches en vela buscando una palabra justa que te convenza Es esta mi terquedad de pensarte vestido y desnudo deseoso como un naufrago de isla y ser yo la isla que te espera todos los días y a la que a penas tocas ya es tuya Es esta mi sangre urgente que ruega una deferencia que se impacienta y hace del latido un toque tórrido de tambores batiéndose en el tiempo Y es este instante y este sitio los que me hacen suplicarte una caricia que mengüe la urgencia primitiva d

Yo en ti

No sé por qué te quiero rabiosamente te quiero Pero ignoro por completo si se debe a tu ojos redondos a la temperatura de tu cuerpo al cosmos de tu pecho a tu tibio y húmedo sexo O quizá a tu palabra demorada a tu beso exacto a tu sonrisa de niño huérfano o a tu dedo chueco Pero pienso en la razón más simple. Tal vez sólo sea porque cuando no lo notas en tus ojos me encuentro en tu caricia me contengo y en medio de tus silencios escucho estruendosamente mi corazón latiendo

Y no es migala

Sé que está aquí. Lo sé porque he visto cómo se mueven sus tentáculos en la sombra, saliendo debajo de la cama. Lo adivino a mis espaldas, amenazante, con mil rostros pero ninguno visible. A penas giro la cabeza, se esconde. Pero lo veo, alcanzó a mirar el halo de su presencia con el rabillo del ojo. Si me duermo llega. Me cubre. Succiona de mis ojos las lágrimas, de mi boca la saliva, de mi sexo los fluidos. Me deja seca como hoja de otoño, que luego, alguien, el inesperado, pisa. Ya no apago la luz. Vigilo. No tengo sueño, sino visiones. Siento como gira el mundo. Mi cama se mueve como si fuera el mundo, y no me puedo bajar. Y si me quedo dormido sus tentáculos se tornan alas, y aletea sobre mi rostro, entonces la noche es más oscura. Ahora mismo me vigila como yo a él, como Dios a mí, como Lucifer a Dios, como Dios a su ombligo. Estoy despierta. Está aquí.

Plegaria

Que ya no vengan las alas negras que ya no Que no me quieran estrangular con la sábana de mi cama que ya no Que no canten los grillos tan cerca que no Que no se me suba el muerto no, que no Que ya no tiemble que ya no Que no se muera mi hijo no, nunca más, no Que su papá no se caiga que no.

Ruina

¿Por qué si este edificio sigue en pie yo miro que se ha caído y siento cómo los escombros pesan en todo mi cuerpo?

Amenorrea

En las paredes sangre en mis manos sangre en mi cama sangre en mis sueños sangre en mi llanto sangre en mi boca sangre en mi vientre la muerte.