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Mostrando entradas de junio, 2010

Agonía

Tu respiración flemática y el goteo del suero abarcan toda la habitación. Te desconozco. Ignoro de quien es el cuerpo que ahora encierra un alma que ha extraviado la palabra, ignoro de quién es el esqueleto forrado por un cuero añoso que al más ajeno entristece. En este momento la oración es una plegaria muda. ¿Dónde estás? Tú no eres la que me enseñaba a nadar en La Roqueta, no eres quien bebía cerveza una tarde en el Pie de la Cuesta mientras el sol horadaba con su parsimonia cálida al mar. No eres quien, pese a la Reforma, me hizo la falda tableada para recitar las loas a Juárez. Tú, la que agoniza en esta cama de hospital, eres unos huesos enfermos, una respiración cada vez más delgada, un bulto pesado al que tenemos que dar vuelta. Vigilo tu respiración en esta madrugada fatídica. (En realidad, vigilo tu muerte y la inutilidad de doctores y enfermeras). Te empeñas en mantener los ojos abiertos sospechas que no volverás abrirlos Eres un monumento al desi

Grito

De costilla a costilla, el silencio retumba como un eco triste aislado en medio de un paisaje dolorosamente apacible, ajeno a la ausencia de verdes prados Hay que dar la espalda al sol que ciega y provoca el tumbo de los tambores que tocan tórridos lamentos sobre taciturnas tumbas Hay que columpiarse en la luna confiado en que el rítmico vaivén derive en melodiosa armonía cuyos filosos agudos rasguen de forma definitiva la sordina del manto afónico Que este velo de silencio vergonzoso se deslice que este penoso esperar al fin se impaciente Hágase la voz que lo mismo loe que maldiga y que diga tanta verdad que comience a ser mentira Nunca más cubra la palabra creada para horadar lo más impuro y primitivo del silencio: el miedo Así sea