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Mostrando entradas de marzo, 2008

Yo, guerrillera

Hace aproximadamente diez años decidí hacer mi tesis de licenciatura sobre el trato que la prensa nacional dio a la irrupción del Ejército Popular Revolucionario. En ese entonces, estaba atada a un trabajo y -me cuesta reconocerlo pero debo hacerlo- mi perspectiva estaba tan limitada que nunca pensé en la posibilidad de ir a Guerrero para contactar directamente a los miembros del grupo armado que se dio a conocer a un año de la masacre cometida contra campesinos en Aguas Blancas, Gro., hecho del que nos enteramos -gracias a la osadía del periodista Ricardo Rocha- sentados en la comodidad que provee la sala de televisión. Hoy no lo dudaría ni un segundo. Tomaría mis libretas, lápices, grabadora y cámara fotográfica y me iría a Guerrero, si estuviera investigando al respecto. Agradezco al periodismo la osadía que me ha inculcado en ese sentido. De haberlo hecho en aquello época o en ésta seguro habría una ficha en Gobernación, en la que yo estaría tipificada como “guerrillera” en el me

Del arte de conversar

Del arte de conversar Lejos. Muy lejos dejó Montaigne mi concepción sobre los buenos conversadores. Embriagados por su buen decir, la belleza de sus voces y las palabras de las cuales echan mano, es fácil rendirse ante los charlatanes, hoy mejor ubicados en el ámbito de la seducción mercadológica que incita nuestras necesidades más sublimes. Los verdaderos conversadores han sido secuestrados por el mercado, en su lugar se erigen impostores que han aprendido en las escuelas el empleo de usos retóricos y las técnicas publicitarias, con el fin de envolvernos en un ensueño de palabras que más temprano que tarde nos dejan sin asideros en el tortuosos camino de la vida. El buen conversador no es necesariamente el que cuenta historias sorprendentes, donde ficción y realidad están mezcladas para hacer de la ilusión nuestro deseo, ni tampoco el que cita de memoria los pasajes de la historia o de las obras literarias, ya lo dice Montaigne: “No hay que ceder siempre por verdad